Mamina

El Ave del Paraíso

a Dª. Josefa Rosalía Luque Álvarez
Con todo el cariño de su esposo



Descendió un ave del Paraíso llevando en su plumaje el color
de la nieve y al desplegarse color del arco iris.
Al posarse en la tierra buscó refugio donde guarecerse de las
soledades y tristezas, encontrando un rinconcillo entre riachos y
madreselvas.


Sabía que no debía salir al exterior, porque aguiluchos y aves
de rapiña tratarían de arrebatarle su plumaje y hasta los gorriones
para vestirse con ellos, celosos de sus colores.


Paseando por su pequeño terrenal paraíso observaba por las
noches el firmamento tachonado de estrellas y por el día la luz en
la naturaleza que se manifestaba con sus mil colores.


En su pequeño corazón ebrio de tanta belleza surgió el canto a
la Luz, al Amor, a la Naturaleza.


Sin ella darse cuenta su plumaje era cada vez más puro y más
brillante sus colores.


A su canto cristalino acudieron habitantes de la selva.
El ave del Paraíso no veía si eran pequeños o grandes, a todos
se daba por igual brindándoles de su canto la armonía.
Algunos sorprendidos de esa sinfonía, se enamoraron de ella e
iniciaron el esfuerzo que da el aprendizaje de alcanzar la interior
armonía.


Los más, al ver el lugar inhóspito a sus ojos, sin espejos donde
reflejarse, vieron lo que sus ojos podían ver y sus oídos escuchar:
“nada”.


Llegó el día en que el ave del Paraíso levantó vuelo y remontó
a su cielo formado de mil colores y armonías.


La calandria, quedó ensayando su canto y a él se fueron uniendo
aves de otras tierras, a las cuales les había llegado el canto y la
armonía del ave del Paraíso.


Con esfuerzo ensayando el canto aprendido, tratan de alcanzar
la interior armonía, para que su canto sea cristalino y a otras aves
enseñar el canto y la armonía del ave del Paraíso.


Hugo Jorge Ontivero Campo